He intentado dejarlo, no contar todas mis verdades, pasarme al té y dejar de tener confidentes. Al fin y al cabo es mejor que nadie te conozca en tu totalidad, siempre se tienen extrañas manías, costumbres o aficciones que no se quieren que se sepan.
Vergonzosas costumbres que nos proporcionan un placer increible como morderse las uñas, comerse la bechamel cruda de las croquetas o tocar las paredes de tu habitación cuando entras y sales de ella. No lo digo por mi, es un ejemplo...
No he podido dejar el café por lo que lo siento por aquellos valientes que me inviten, eso sí, el café sabe un poquito mejor con unas gotas de coñac (guiño, guiño, codo, codo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario