Mi amor hacía las Vespas, no ha sido desde siempre, pero a los 16 años en plena fase de rebeldía y de querer demostrar mi libertad, me enamoré de ellas. Vivo en una ciudad cuyos autobuses son un petardo en el culo y sus paradas quedan dónde Cristo perdió la chancla. Una Vespa significaba poder ir a dónde yo quisiera de una forma totalmente ''guay'' y barata. He de decir que sigo esperándola, pero ahora no solo porque me encantan, sino porque la facultad...está más allá de la chancla de Cristo (literalmente).
Hoy ha hecho un gran día de verano un sol impresionante, tanto que me he atrevido a ponerme mis nuevos pantalones cortos.
Las Vespas expuestas, en fin, son geniales sobretodo las antiguas, mis favoritas.
Después el señor de La Leonera de Iván (haz click en el nombre) y yo nos hemos ido a merendar un buen chocolate frío, pero ¡qué bien nos cuidamos!¡Si señor!
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