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Ni tanto ni tan poco.

La vida en pareja no es tan fácil ni tan maravillosa como las novelas románticas la pintan. No es lo peor, puesto que si no te gusta convivir con tu pareja tal vez no se deba a que los vecinos molestan o que las ventanas den para un patio de luces, que también. 



Vivir con otra persona que se ha criado durante veinte, treinta o cuarenta años con otra manada distinta a la propia, que no acostumbra a bajar la tapa del váter o deseosa de dejar el aceite en la sartén de modo que dentro de dos trillones de años sea de ahí de donde obtengan la gasolina del futuro, es difícil. Es un constante proceso de negociación, más aun si tu pareja es del sexo contrario, donde ya no solo habrá pertenecido a otra manada, sino que también a otro universo. Ahí te darás cuenta de lo inocente que puede ser tu compañero, no seguirá creyendo en papá Noel pero si en que tus piernas son siempre igual de brillantes, suaves y sedosas, se sorprenderá probablemente también por todos aquellos remedios caseros raros que utilizas en tu higiene diaria como el meter en el congelador dos cucharillas para posteriormente desinflar las enormes bolsas bajo los ojos que han aparecido por los ronquidos del compañero de nido.



Otro tema peliagudo (más que los temas referentes a la depilación y los de ir siguiendo por casa con una pinza de depilar cejas al oso que has adoptado como compañero sentimental) es aquel relacionado con las comidas; nadie, repito, nadie hace las croquetas mejor que la madre del otro, nadie. Lo más normal en los primeros días, será que os alimentéis de comida basura discutiendo si la pizza se ha de hacer en el horno o en el microondas (cuya respuesta dependerá del hambre que se tenga), llegará el momento en el que desearás comer la hierba del parque y os volveréis una pareja fit, de esas que publican los kilómetros que han recorrido ese día sin vomitar en facebook y twitter, que a nadie interesan, pero oye, cada uno puede dar por saco con lo que quiera, yo lo hago con el blog.


También puede, al principio, que estéis deseando que el otro se vaya a buscar el pan o vida en otro planeta para poder utilizar el baño para asuntos mayores con tranquilidad, pero no preocuparos, pronto eso dejará de dar vergüenza después de todo, descubrirás que las mujeres no cagamos rosas en pastillas de jabón. O simplemente para poder poner la lavadora sin la presión que la pareja proporciona porque no la sabes poner, ahora, echaré el jabón en la cajetilla que quiera de la dichosa máquina del infierno lava ropa.



Nadie ha empezado nunca a convivir con otro ser de manera pacífica, por eso las paredes son siempre tan delgadas, para que oigas a los vecinos discutir y asumir lo normal que es esta práctica. 
Pero no todo es malo, por supuesto, probablemente el 85% de esta experiencia es de lo más satisfactoria (estudio realizado con una muestra de 50 personas de entre 25 y 55 años por la Universidad de Winscoinsinng Machimachine). 
Aun así no os preocupéis, viendo como está el panorama lo más seguro es que tardéis en marchar de la casa familiar y todo el mundo sabe que cuanto más mayor es uno más disfruta de la vida quitando importancia a los pequeños detalles como los de sacar la basura o apagar el gas. ¡BUM!



Seeeee you Soon!

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