Después de una mañana por el centro de Oviedo en busca de los últimos detalles bodiles, con el resultado de unas piernas doloridas e increíblemente duras; y de una tarde trasteando con el coche pa'allá y pa'acá, llegó la hora de ir de verbena a la Semana Negra en Gijón.
Si, sé que es lo de siempre, como todas las fiestas de verano, pero si no voy, ¿cómo voy a saber que es lo de siempre?
Este año he ido con unas auténticas gijonesas de pura cepa, lo que me ahorró el perderme por la ciudad y el que me robaran las bragas (pocos entenderán esto).
Otra cosa de siempre y que perdurará en el tiempo es mi preferencia sobre los mojitos (y los cubanos, pero eso es otra cosa). Cada vez que me junto con la maravillosa Cristi-cristi cae uno, ¿coincidencia? No lo creo.
Y pues nada, la noche, como otra cualquier noche con tan increíble y maravillosa compañía que evita los bajonazos a las dos de la mañana después de haberse zampado un señor gofre, bailando como retrasadas, haciendo la competencia a otra boy-band que también bailaban como retrasados. Nosotras sabemos que ganamos, ahora bien, ¿nos debemos sentir orgullosas de ello?
*Imágenes proporcionadas por @sandriigg129 @_CrisAlonso y @begotoomuch*
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