Sabes que has madurado cuando dejas el fondo de pantalla del ordenador en negro y no te molestas en cambiarlo.
Sé que he madurado cuando no continuo creyendo en la suerte, pero aun así le sigo pidiendo deseos a las pestañas caídas, de manera muy específica para que no quede ningún cabo suelto, no vaya a ser.
Siempre me creí una niña muy madura, que no encajaba con los de mi edad, y menuda decepción cuando me di cuenta de que solo estaba jugando a ser mayor, desde entonces no juego a nada y me he demostrado que así puedo ser más feliz, con los chistes malos y mis caras tontas.
He aprendido a dejar la mente en blanco, para no implicarme en todos aquellos asuntos ajenos (o mierdas, prefiero llamarlos) que no me aportan nada. Puede que ahora sea más práctica.
Pero siempre hay excepciones, ocasiones en las que esa persona te hace sentir feliz, asustada, nerviosa, eufórica, triste, excitada, melancólica, tonta, enamorada. Pero que aun así decides implicarte, más bien no lo decides, es automático puesto que tu felicidad en gran medida ya no solo depende de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario