Mi vena dramática y apostólica.

No comenzaré a relatar una historia larga y aburrida (al menos para mi) sobre una pequeña niña huérfana e indefensa o sobre como los animales despiadados del bosque se las ingenian para comérsela. No es mi estilo. Me dedicaré a contar los días desde mi memoria (que no es la mejor), aquellos días que para mi cabeza son amarillos brillantes o aquellos de un naranja cálido u otros que no tienen color. No pretendo que nadie me entienda.

Todo comienza en un escenario con las luces apagadas. Está vacío a simple vista, desde lejos nada llama la atención, pero de repente un primer foco se ilumina y aparecen tardes de invierno, un sofá y tazas de té por doquier. Este es uno de los días naranjas cálidos, sensación de confort, de sentirse amado y protegido. El foco continua encendido, parece que no tiene prisa por apagarse y que no está muy seguro de como hacerlo, recuerda al invierno. Sin prisa, pausado y con los cristales tintados por el agua de la lluvia.
Ahora el segundo foco se ilumina y la luz de ese día está entre el naranja y el amarillo, podría decirse que es abril, vuelve esa sensación de seguridad, pero esta vez está manchada por un poco de diversión, inocencia y picardía. Es un día brillante y verde a la vez, el agua ya ha dejado de correr aunque la luz del primer foco no ha desaparecido. Es inocencia y sonrojos quemados, coloreados de rojo por el calor del sol y de unos ojos. Este día a diferencia del otro se desvanece en un abrir (abril) y cerrar de ojos. Pero no os angustiéis, aparecerán otros más adelante. 
A continuación y sin lentitud, el tercer foco de la tarde se ilumina, este si es amarillo brillante, lo es tanto que deslumbra los ojos. Parece estar salpicado por algo azul que va y viene, con brisa, con olor a crema solar y a bocadillo de tortilla francesa. Se ve una toalla enorme, llena de dibujos, divertida como su sonrisa. Este día se repite con facilidad. Ahora ya, los días o los focos anteriores no manchan la nueva escena. Han quedado lejos. Pero no olvidados, han dejado la incertidumbre de si volverán a repetirse.
Este nuevo foco no está solo, esta lleno de muchas idas y venidas más, con un coche negro, con la sensación de bochorno, con un ''the sun, the threes, the moon, the sea''.
Y de repente llega septiembre y poco a poco todo se va tiñendo de rojo, pasamos de un amarillo rojizo a  un rojo oscuro, casi granate. Y los días siguen siendo buenos, magníficos y especiales, pero cada vez va habiendo menos días y menos oportunidades. Cada vez que uno aparece, la bombilla del foco titila, está por fundirse. Los días ahora son un fondo en negro con una luz parpadeante de color azul, acompañado por un sonido estridente y de una respuesta que deja casi casi vacía, transparente a quien la recibe. 
El drama y los colores mezclados pero no revueltos, después de todo son un arte.