Quéjate, ¡es gratis!

Nos encanta quejarnos.
Nacemos, y ya nos estamos quejando, ¡con lo calentitos que estábamos en la barriga de mamá! y mientras, nuestra madre también se queja: ''¡joer con el niño cabezón que no sale!''. Y todo el mundo sabe que la queja de una madre vale más.

                          

Simplemente necesitamos quejarnos, necesitamos darnos importancia a nosotros mismos. Nos divierte, menudas competiciones de quejas hacemos, todo con un ¡yo más!, como por ejemplo:

-Me duele la cabeza.
-A mi también, desde ayer.
-Pues a mi todo el mes.
-Pues yo mañana voy al médico.
-Yo ya fui y tuvieron que cortarme la cabeza.
-Anda pues a mi ya me la han cortado tres veces.
-A mi solo esta semana cuatro y las de mi familia también. Mi perro se golpea contra la pared cada vez que entra en casa.
(Transcripción literal)

Ha habido competiciones de quejas tan épicas, que al acabar, todo el autobús se levantó a aplaudir a la pareja, algunos opinaban que era una obra de arte contemporánea, otros que esta batalla iba a cambiar la sociedad moderna, hasta el conductor aplaudió... luego se quejó cuando le paró la policía debido a que se comió la glorieta por estar aplaudiendo. ¿Veis? la cuestión es quejarse.
Nos encanta expulsar de nuestro sistema esa bola de fuego, nos encanta que nos queme la garganta, pero más que queme la cara del receptor.

                                                 

La Universidad es una buena fuente de quejidos, al menos desde la perspectiva del estudiante, nos quejamos por todo: porque el profesor no va, porque el profesor va. Porque el profesor da clase, porque el profesor no la da y se dedica a contarnos qué hizo el fin de semana pasado. Nos quejamos porque está muy bueno y no nos podemos concentrar y también porque otro profesor es un orco y nos distrae su curva de la felicidad (barriga cervecera). Que si hace frío en clase, que si nos morimos de calor. En definitiva no se es un estudiante hasta que uno no se queja, de hecho en el convenio de estudiantes dice que el estudiante deberá quejarse un mínimo de cinco veces al día de 9 am a 9 pm con descansos cada hora y media. 

En definitiva, si no te quejas, no eres un ser humano (si no lloras, no mamas). Somos seres inconformistas y al parecer, nos encanta pasarlo peor que el compañero de al lado.
Eso si, marcad unos límites o empezaré a ver gente metiéndose un lápiz por el ojo en el autobús, solo porque a su amigo le van a operar de miopía. Y a mi la sangre me da mucha grima.

Posdata: cuando estéis leyendo esto, yo estaré en el trabajo. ¡DAMN!.