Tengo una rápida y gran enorme boca que en cinco minutos me hace tener la suficiente confianza con cualquier persona para contarte todas las cosas que rodean mi mente activa y si a esto le añades alcohol, seremos mejores amigos para siempre. No tengo ningún secreto propio que no le haya contado a nadie.
Miento, tengo uno, pero tal vez la vergüenza que me produce el tan solo pensar en ello es lo que hace que no se lo haya contado a nadie nunca. Tal vez.
Pero no, en general no tengo secretos, no hay nada de mi que quien quiera saber algo no lo pueda saber, mi filosofía es ''pregúntame y te responderé'', lo malo de añadirle alcohol ,por muy poco que sea, a esta ecuación es que eliminamos totalmente el ''pregúntame'' y dejamos despejada el ''responderé''.
El problema de las noches de confesiones, como las noches de atracones, es el día siguiente donde el espacio se enrarece y el vínculo que se había establecido avergüenza lo suficiente para esconderse detrás de una señora y su abrigo de bisón (de visión).
Lo suficientemente raro que hace que te arrepientas de tener boca.
Si, todos sabemos que quien tiene boca se equivoca pero lo mío es pasarse, necesito un filtro.
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